La película de la realizadora Argentina Lucrecia Martel hace referencia a elementos que aluden con cierta intensidad al barroco cinematográfico, con la novedad de que se trataría de elementos del Barroco latinoamericano. Dentro de la bibliografía especializada sobre el tema obras como Cinema de Mort de P.Pitiot[1] considera que la inmensa mayoría de ejemplos del barroco en el cine corresponden a filmes europeos y norteamericanos, ninguno de cinematografías de otras latitudes como la suramericana. En América Latina una nueva cultura está naciendo en medio de choques internos y externos de diferentes concepciones de vida, que implican un entrecruce violento de influencias. Cada día las culturas que antes fueron subvaloradas logran con mucho esfuerzo cambios políticos, sociales y artísticos. Conscientes del carácter transformador de la realidad que tiene el arte, a los latinoamericanos nos corresponde hacer un arte que contribuya a construir una identidad. En ese sentido es muy valiosa la búsqueda de un cine propio y la necesidad de desarrollar condiciones favorables para la investigación artística.
La película La ciénaga, como obra de arte intenta aprehender esa realidad con cierto grado de complejidad. Para hacer una reflexión sobre lo que considero como una influencia muy marcada de la muerte en el film -tema por excelencia del barroco- es necesario hacer una reseña sobre el origen y características de este fenómeno estético. El barroco europeo se remonta al siglo XVII, época en la que el renacimiento y sus teorías antropocentristas le dieron la certeza al hombre de que después de la muerte simplemente no había nada, estaba en crisis la antigua idea de una vida eterna. Una vez muerto el hombre no tendría la posibilidad de realizar ningún deseo de manera que lo que no se hiciera en vida no se haría nunca. Esta idea fatalista del destino del hombre va a significar paradójicamente la revalorización de la vida. Esta reacción contra la muerte va a potenciar la creación artística, como un legado que atestiguará el paso del hombre por la tierra. Esta reivindicación de la vida se va a expresar como una estética de la abundancia, y la proliferación de formas dinámicas en la pintura y la escultura, la utilización excesiva de líneas curvas, que dan un efecto de movimiento, una arquitectura que privilegia las formas retorcidas y en espiral en las fachadas y en las escaleras, con influencias también sobre la literatura, donde la realidad es constantemente recreada por el impulso vital de la metáfora. La profusión de líneas curvas es análoga a la necesidad de que el fin de una trayectoria se aplace todo lo que sea posible, como el final de una vida. Pero también se hace énfasis sobre los estragos del paso del tiempo, la inevitable decrepitud, la decadencia y la descomposición de individuos y grupos humanos.
José Lezama Lima[2] poeta cubano que siempre reivindicó su lucha contra el eurocentrismo, plantea que en América Latina el barroco es producto de una simbiosis cultural producida por el mestizaje, blanco, negro e indio. Si el barroco europeo ignora la naturaleza, el americano le otorga una espiritualidad ligada a la imagen, el mito y la poesía. Lezama Lima también plantea que en el nuevo mundo son múltiples los ejemplos de obras de arte en los que hay una tensión especial cuando se conjugan influencias de culturas diferentes. Si el barroco en el cine europeo está ligado a la artificialidad del decorado en gran medida, en América del Sur el decorado es la naturaleza en toda su diversidad de formas, colores y sensaciones. El barroco americano no es ajeno a la búsqueda de identidad de estos pueblos, también da fe de esta tortuosa historia, en ella la violencia y la muerte ocupan un papel preponderante, como ocurre con la película de Lucrecia Martel.
La historia de la Ciénaga se desarrolla en el norte de Argentina en la región de Salta, cerca a la frontera con Bolivia, en la finca “La mandrágora”, cerca también a la ciudad La Ciénaga. Zona rural lejana de la cosmopolita Buenos Aires. Región con una fuerte presencia indígena representada en el filme por la gente del pueblo, entre ellos por Isabel, la sirvienta de la casa y su novio apodado el perro. Descendientes directos de los indígenas y campesinos mestizos oriundos de la zona. Mundo muy diferente al de la familia de Mecha y Gregorio, blancos de ancestros Europeos que inmigraron especialmente a principios del siglo XX a Sur América, clase media llena de prejuicios de todo tipo respecto a los primeros. En varios pasajes del film se evidencia la discriminación a la que son sometidos los campesinos de origen indígena, por ejemplo cuando Isabel le dice a Mecha que no va a seguir trabajando para ella, y que se va, la patrona reacciona insultando a la joven, recriminando su origen inferior y su supuesta deslealtad. Los niños cazadores tratan despectivamente a los otros niños campesinos que los acompañan de cacería. Hay una rigurosa estratificación social que permite el encuentro de los dos grupos sociales en términos de patronos para los primeros y de servidumbre para los segundos. Mecha y su familia no podrían vivir sin servidumbre, crecieron dependiendo de este servicio, rasgo de la idiosincrasia suramericana que ilustra muy bien la película.
La ciénaga nos entrega un sentimiento de decadencia que se respira por todos los espacios de una antigua casa de campo que a pesar de su deterioro nos deja ver que en un pasado no muy lejano fue una construcción lujosa. Sus habitantes, como todos los Argentinos son victimas de una sociedad que debió soportar una dictadura y unos gobiernos inescrupulosos que arruinaron el país y que dejaron un sentimiento colectivo de no futuro después de haber sido un país muy rico en la primera mitad del siglo XX. Una situación ilustrada por la metáfora de la vaca atrapada en la ciénaga en medio del fango putrefacto esperando la muerte sin poder salir de la trampa en la que cayó.
Elemento indudable del barroco cinematográfico, la muerte es potenciada por la exuberancia del trópico, el inconmensurable bosque húmedo tropical, que descompone toda especie, que cumple su ciclo de vida, por la acción de la humedad presente en la zona, toda materia que muere y se descompone, para servir de abono a otras formas de vida. La muerte no se presenta como una posibilidad lejana al final de una vida, en el trópico está siempre tan cerca de todos que es ignorada al extremo, es como si aceptaran un riesgo permanente, como un destino inalterable que corren todos, en La ciénaga todos los accidentados asumen con estoicismo su condición, tanto que ni se quejan de sus heridas, ninguno llora su pequeña tragedia, ni siquiera los mas niños, sus cuerpos están marcados por las cicatrices que nos recuerdan la fragilidad del hombre frente a la naturaleza .
La muerte es tentada permanentemente por los niños que van de caza, cuando vemos que manipulan sus escopetas con una irresponsabilidad pasmosa. Aún con el antecedente de que uno de ellos perdió un ojo en un accidente en las mismas circunstancias. Pero no, nadie, ninguno de sus padres les prohíbe la utilización de armas de fuego. La naturaleza es majestuosa en el trópico, pero también hostil. Y los personajes juegan con su vida permanentemente en su seno. El elemento del agua está también muy presente en la humedad, la lluvia, la piscina de agua estancada, o el fango del bosque, y se liga al riesgo permanente en la escena del paseo al rio donde los hombres del pueblo pescan a golpe de machete, en medio de todos los niños. Como sino pudiera ocurrir un accidente con los afilados machetes al lado de los cuerpos. La omnipresencia de la muerte en la película es casi permanente, pero es vivida como lo más natural, casi disfrutada por los personajes como si fuera excitante vivir permanentemente los riesgos de cortarse o perder un miembro. En el film están presente las premisas de la cercanía de la muerte enunciados por Pierre Pitiot en su libro [3]:La decrepitud de los cuerpos flácidos de los hombres y mujeres que se acercan a la vejez en la escena de la piscina, decrepitud que es también espiritual. La decadencia de la familia como institución, un padre y una madre completamente alcoholizados, que se detestan, que no asumen sus roles frente a sus hijos, no tienen ningún horizonte hacia el futuro, solo esperan que transcurran los días mientras toman unas copas y se les cae la casa a pedazos. La inercia de los cuerpos transpirando sobre las camas en cierta promiscuidad. Los hijos quedarán a su suerte cuando ellos desaparezcan. La descomposición de una sociedad que creció pensando que era más Europea que americana. Sin ninguna expectativa de un nuevo proyecto productivo a nivel económico y social que los saque de un estado de postración permanente. Varias son las secuencias en la que se observa que no pasa nada, simplemente los personajes vegetan sobre sus camas. No hay efecto de movimiento, el movimiento que hay es el movimiento interno casi imperceptible de la descomposición.
El plano secuencia que es tan propio del cine barroco y que da una idea del transcurrir del tiempo a partir del movimiento de la cámara, no se da en esta película, la directora opta con un montaje más contemporáneo, como en la primera secuencia de la piscina con innegable influencia del cine publicitario. La historia no avanza en el sentido clásico de causa- efecto, esta estructurada mediante situaciones que no jalan los acontecimientos en una dirección muy definida, precisamente por que los personajes se niegan a salir de su marasmo. Si en el libro de Pitiot se considera la fiesta como escena muy cercana al barroco y se da el ejemplo de Guepardo de Visconti, en donde el baile es seguido por la cámara como una exploración del movimiento y de los oropeles de la aristocracia aún magnifica en su decadencia, podemos decir que a su manera La ciénaga también celebra su fiesta pero con el populacho, con la estridencia de su música, la ebriedad de los personajes en el carnaval, una escena en la que la cámara está inmersa en el tumulto, escena que termina con la violencia de la agresión a José, el hijo de Mecha. Como imagen la fiesta me parece barroca, el carnaval en toda su intensidad, es la reivindicación de la vida, la negación de la muerte por lo menos mientras dure la fiesta, esa negación es festiva, es el licor, la comida, el sexo, la burla.
Algunos elementos del barroco del film nos están reenviando ocasionalmente de la imagen de la realidad a la realidad de la imagen, escenas como la de la piscina en la que se repiten varias veces algunas imágenes de los cuerpos decrépitos arrastrando las sillas con un sonido estridente, o los largos y recurrentes planos de los cuerpos extáticos de miembros de la familia sobre las camas durmiendo en cierta promiscuidad, logran un efecto de extrañamiento de la realidad.
Una realidad que en América Latina tiene unos limites débiles para diferenciarse de la ficción, con frecuencia la gente se pregunta sino es más fantasiosa la misma realidad que la ficción, y algunos ejemplos de la película son elocuentes. La aparición de la virgen sobre el tanque de agua de una casa humilde del pueblo y toda la peregrinación de gentes que van a pedir un milagro, la credibilidad que le da al acontecimiento su transmisión en vivo y en directo por la televisión. La historia con matices surrealistas que narra el personaje de Verónica sobre la señora que tiene un perro que termina comiéndosele los gatos para que luego el veterinario descubra que no era un perro sino una rata africana con la que había estado conviviendo, y la obsesión que produce este relato en el niño al que le ha salido un diente en el paladar. En una de las escenas la hija le recuerda a su madre el destino que le espera: Va a acabar sus días postrada en la cama como le sucedió a su abuela. Una realidad en la que las personas todavía están atadas de manera especial a un pasado mítico que desafía el racionalismo que todo lo quiere explicar científicamente.[4] A este extrañamiento de la imagen de la realidad se suma el hecho de que la película prescinde de la utilización del plano secuencia, lo que no ayuda a que haya una continuidad temporal clásica, que explote también la profundidad de campo para reforzar el efecto de realidad. El realismo de la película contribuye a dejar un testimonio de una sociedad, con un sentido critico. La ciénaga no se enmarca en un género cinematográfico en particular, pero sí da cuenta de una cultura y una mentalidad.
La película se acerca tímidamente a una estética postmoderna en la que se mezclan el barroco y el surrealismo con la utilización de la televisión dentro del cine, y una narrativa construida por situaciones que no guardan una relación muy clara de causa efecto; esto sumado al hecho de que no se construya una intriga muy definida contribuye a darle densidad a ese ambiente pesado que se percibe desde la primera escena. Y da como resultado una sutil dilatación del tiempo y una exploración del presente. Los planos de los cuerpos sobre las camas, en los que no hay movimiento, crean el efecto de tiempo real. Aquí los personajes no parecen saber lo que quieren, simplemente viven el presente. No sabemos casi nada de su pasado y mucho menos de su posible futuro.[5]Igualmente los personajes no corresponden a las características del héroe clásico, que debe superar una serie de obstáculos, para lograr una meta. Aquí lo que hay son anti-héroes, personajes que no representan los valores arquetípicos de una sociedad, sino más bien todo lo contrario, sujetos llenos de carencias y defectos reveladores de una realidad critica, inestable, convulsa. Si en el cine suramericano de los años setentas se reflejaba un proyecto de cambio político y social, en el caso deLa ciénaga no hay alusión a ninguna utopía, ni tampoco ninguna preocupación espiritual.
Se advierte una actitud de cinismo muy del cine minimalista, especialmente por parte del padre y de la madre, personajes narcisistas y hedonistas en el sentido de que se despojan de toda responsabilidad familiar de manera cínica, para en medio de la decrepitud preocuparse únicamente por su apariencia corporal y por vivir medio borrachos. Dando como resultado un narcisismo patético en el caso especialmente del padre, de quien se burlan constantemente por andar con el pelo tinturado. La institución patriarcal esta en plena crisis de autoridad, en América Latina, y en la película el padre no asume ninguna responsabilidad frente a sus hijos.
El personaje de Mecha no tiene ninguna consciencia crítica respecto a sí misma, está postrada permanentemente en su cama, esta paralizada literalmente por ese dispositivo de poder que es la televisión. Ya ella no tiene que salir de casa, está permanentemente informada y puede hacer las compras a domicilio. La televisión nos muestra ejemplos de la más burda alienación: la noticia en vivo y en directo del milagro en el pueblo en donde unos vecinos descubrieron la imagen de la virgen en un tanque de agua, es transmitida en varios episodios. Lo que inicialmente fue una expresión de religiosidad popular muy común en Latinoamérica se transforma en un espectáculo televisivo en el que las personas implicadas se representan a sí mismas, eliminando la distancia entre realidad y ficción como si estuvieran en un reality.[6] En otro episodio, Mecha termina por caer en la trampa de la obscenidad del consumo, cuando compra un refrigerador que es anunciado mediante una serie de televentas en la que explican las bondades de un nuevo producto para la comodidad del hogar. La proliferación de los canales de televentas llegan a los pueblos más miserables de cualquier país Suramericano, de esa manera colonizan nuevos mercados en donde hay potenciales consumidores así sean analfabetos. América es un caleidoscopio en donde conviven anacronismos tan contrastados como las modernas televentas con instituciones de origen feudal como la servidumbre.
Cuando vemos el cortometraje El Rey Muerto de la misma realizadora nos damos cuenta de su interés por explorar esa cultura popular, que se deja ver tangencialmente en la ciénaga, mas este otro filme está hecho sobre una historia ya no de blancos, sino sobre gentes del pueblo, la mayoría de ellos indígenas de una extracción mas pobre, los que en la primera película eran solamente las servidumbre son ahora los protagonistas. Nos muestra en esta película también los conflictos de una familia, pero en este caso con una estructura mucho más clásica y en la que se destaca el machismo y la violencia intrafamiliar que deben soportar la mujer y los hijos. En esta realización se alcanzan a reconocer algunas locaciones también utilizadas por La ciénaga.
En la Ciénaga hay referencias permanentes a lo popular especialmente en lo que se refiere a la música utilizada en la fiesta, se trata de música mestiza comercial, de orquestas muy escuchadas en Suramérica con letras que para nada dignifican las relaciones entre el hombre y la mujer, frecuentemente ellas son mostradas sólo como objetos de satisfacción sexual. Se enaltecen los celos, las actitudes machistas, las venganzas pasionales, la infidelidad, etc. Ambiente que crea las condiciones ideales para que en medio de la fiesta con frecuencia se den situaciones de violencia estimuladas por la ebriedad de los personajes.
Ya para terminar podemos decir que la ciénaga es un film de atmosfera, donde se vive el mestizaje de varias culturas, de varias épocas mediante anacronismos deliberados, de mutaciones tecnológicas. En ese sentido su carácter es postmoderno, en su seno se recicla también lo “dionisiaco y lo dialectico” como definía José Lezama Lima al barroco Americano, un barroco de la impureza que rechaza el ascetismo, el purismo llevado hasta las ultimas consecuencias de vanguardias como las del cine de la exterioridad.
PITIOT, P. cinéma de mort: esquisse d´un baroque cinématographique. Éditions du signe,Fribourg:1972.
[2] Coloquio internacional sobre la obra de José Lezama Lima, Université de Poitiers, 1982.
[4] Si el realismo cinematográfico esta montado sobre dos columnas que son la semejanza de la imagen con la realidad y su verosimilitud, entonces podemos decir que en América Latina el realismo se acompleja si asumimos que la realidad es mágica.
[5] Aun que son imágenes relativamente cortas, están en el limite del realismo, porque representan solo lo que son, no llevan implícitos elementos de ambigüedad o polisemia, solo son:“unos cuerpos sobre unas camas”;durante unos segundos pareciera que se detiene la narración, no pasa nada, no hay textos verbales. lo paradójico es que esa ausencia intencionada de sugerencias se vuelve muy interesante por su capacidad perturbadora en la lectura del espectador, logrando que al final resulte con más significados de los previstos.
ISHAGHPOUR, Y. Le cinéma:un exposé pour comprendre, un essai pour réfléchir. Paris: Flammarion, Coll Dominos (1996).